La policía, el capital financiero y la burguesía les desean felices fiestas

Fotografía de la carroza del cuerpo de policía de Zaragoza

¡Oro, incienso y mirra! El lema de esta Navidad sorprende por su “novedad” y “transgresión”. Hoy, hemos visto desfilar por las calles de Zaragoza a Melchor, Gaspar y Baltasar, tres monarcas —salidos de ninguna parte— que, según los periódicos, son un certero ejemplo de multiculturalidad para los jóvenes.

Pero los Reyes no vinieron solos: a su séquito se ha sumado la carroza de “El Rincón”, la de “Puerto Venecia” y, por supuesto, la gran carroza de Ibercaja. ¿Acaso íbamos a dejar fuera a la banca y a las tiendas de frutos secos del milagro navideño? Eso sería impensable en una sociedad que celebra la libertad… siempre que sea la de las empresas para seguir lucrándose.

Coronando el pastel, como un añadido necesario a la carroza de la banca, contamos este año con la carroza de las fuerzas del orden, que viene a traer porrazos, digo regalos, a los más desfavorecidos. Y a ejecutar desahucios cuando sea necesario. ¡Que os creéis, esa libertad de la que hablábamos antes no se defiende sola!

Con abundante incienso y mirra —aunque nadie tenga claro qué es realmente la mirra—, la ciudad celebra las cabalgatas, ahora también escaparates publicitarios, en unas fiestas que se sostienen gracias a la ilusión de los más pequeños y al hiperconsumismo que generan. Sin embargo, detrás de esta festividad “venida de arriba” queda un sabor amargo: la ausencia de unas fiestas y una cultura que reflejen realmente los intereses de la clase trabajadora y la vuelta a una rutina precaria y asfixiante para la mayoría de nosotras.

De todas formas, quizás podamos tratar de aprovechar —las que podamos— estos días festivos y recuperar fuerzas. Pero llegarán tiempos de lucha en los que será necesario barrer las apariencias y tomar conciencia como sociedad de la verdadera esencia del sistema capitalista. Al final, ningún desfile de carrozas puede ocultar la lucha fratricida que divide a la sociedad y el mundo en clases, ni el implacable esfuerzo del estado, la burguesía y el capital financiero por presentar sus intereses económicos como intereses del bien común.